miércoles, 11 de diciembre de 2013

sábado, 25 de mayo de 2013

domingo, 1 de agosto de 2010

Ruinas Jesuíticas de San Ignacio Miní


Los Jesuitas realizaron durante los siglos XVII y mitad del XVIII uno de los experimentos más osados: el desarrollo de un estado teocrático en el corazón de los dominios españoles en América. La orden, creada por San Ignacio de Loyola y denominada la Compañía de Jesús, llevó adelante una tenaz obra, construyendo una decena de pueblos conocidos como las Misiones Jesuíticas Guaraníes.
Es justamente en la provincia de Misiones, y los territorios de Paraguay y Brasil, donde se conformó una experiencia socio-cultural única; en amalgama y con el apoyo de los antiguos habitantes de estas tierras.
Los Guaraníes tenían una afamada reputación por su habilidad natural para las actividades manuales. En ese retazo de tierra colorada Jesuitas y Guaraníes crearon un verdadero Estado; erigiendo monumentales templos, casas, colegios, barcos, instrumentos musicales, fundieron metales y hasta se asegura que desarrollaron una imprenta, que para la época es considerado un gran desafío tecnológico.
En 1768 los 30 pueblos de las Reducciones Jesuíticas contaban con 90 Mil habitantes
La apetencia de la corona española por estos hacerse de las riquezas de las Misiones y su poder productivo, conllevaron a la expulsión de los Jesuitas de América, con la consiguiente expoliación y posterior destrucción de su magnífica obra.
Fuente:Altasierra Documentales.

domingo, 30 de mayo de 2010

miércoles, 21 de abril de 2010

MISIONERO Y GUARANI - Los de Imaguaré

viernes, 16 de abril de 2010

domingo, 4 de abril de 2010

LEYENDA GUARANÍ - EL MAINUMBÍ: Picaflor


EL MAINUMBÍ: Picaflor

TUPÁ: Dios bueno
MAINUMBÍ: Picaflor

Mientras  Tupá sé hallaba formando el mundo y poblándolo con los seres que hoy vemos en él, su tarea era ímproba e ininterrumpida. Las aguas lamían las tierras creadas y un firmamento muy azul limitaba el espacio con una bóveda de nubes. El sol, recién salido de las manos de Tupá, enviaba haces dorados de luz que daban calor y brillantes matices a las plantas terminadas de crear  y que embellecían la tierra con el  verde de ramas y hojas, y los rojos, los blancos, los amarillos y los azules de sus pétalos de seda.
Tupá miró su obra y decidió poblar los aires y las aguas. Entonces formó las aves y los peces. Los aires se llenaron de alas y los árboles de nidos. Las más bellas y delicadas avecillas y las más fuertes y poderosas surgían de las manos todopoderosas de Tupá y buscaban el árbol o la montaña que las habría de cobijar. Tan entusiasmado estaba Tupá con su obra alada, que resolvió hacer una joya que surcara el aire despertando la admiración de todos por su belleza, por su color, por su aspecto, por su forma de volar.
Tomó un poco de arcilla, muy poca, y le dio una forma graciosa de leve aspecto; le agregó las alitas tenues y movedizas, una cola preciosa; un pico muy fino y largo para que la nueva avecita lo pudiera introducir en las flores en busca del néctar contenido en  su interior, y cubrió el cuerpecito de finísimas y sedosas plumas.
Mezcló luego los más bellos colores con rayos de sol para darles reflejos irisados y con ellos pintó las plumitas de la nueva avecilla que, ya terminada, batió sus alas pequeñas y en vuelo gracioso y sutil comenzó su recorrido de flor en  flor, temblando sobre ellas y sin posarse en ninguna.
Según los guaraníes, la llamó mainumbí. Tupá, satisfecho, la miró alejarse, seguro de haber creado la más bonita, la más graciosa, pequeña y sutil de las aves, sólo comparable a la más hermosa flor.